Imagínate... cualquier lugar, cualquier contexto, a veces (como ahora) no es necesaria tanta descripción.
Es la historia de un muchacho y una muchacha, dos jóvenes veinteñales. Qué una vez tuvieron algo hermoso y sin darse cuenta el atardecer los termino alejando.
Pasaron varios años de la última vez que se miraron a los ojos, pero el olvido jamás le llego a él. Se los solía ver caminando juntos de la mano, como dos chicos enamorados, era muy repetitivo.. Él la miraba y ella devolvía la mirada con una dulce sonrisa, reflejando así su dulce amor.
Pasaban las noches entre historias verdaderas y abrazos de barniz, eran tan poderosos que se apoyaban el uno al otro; jamás masticaron vidrios y cuando aparecían los impostores, ellos rápidos se juntaban. No recuerdo con exactitud el porqué de su separación, y creo que, ni ellos lo saben, porque es normal peleas en una pareja, pero lo que los alejo, sé que fue su orgullo y sus miedos, pero se bien que ninguno la paso bién.
En el transcurso del tiempo, fui viajando inconscientemente a lo largo y ancho del camino que, camino este muchacho, recolectando sus huellas, sus recortes de diario, sus hojas manuscritas, sus poemas y poesías (aunque él detestaba que se lo denomine “poeta”, más adelante veremos el por qué). Su cuaderno de viaje y su pieza, guarida de largas noches de soledad y de escritos en lágrimas.
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No sé qué fecha era, lo vi en un campo… Bajo un quebracho blanco, con una herramienta de trabajo, era una pala de punta fina, sobre el pasto una caja (semichica), entre sus labios un cigarro armado, en su nariz varias gotas, -eso me llamo la atención porque no estaba ni siquiera lloviznando y no eran gotas de sudor-. Solo me basto alzar la mirada para darme cuenta gotas de que tipo eran.
Tome fuerzas para hablarle y él entre ojos me veía venir; y antes que el realice la primera palabra le digo: “que haces chango”, y él me contesta, “abonando las raíces del árbol” y le pregunto ¿cómo?, y él me responde con la mejor seguridad de un herido en su interior: “voy abonar las raíces del árbol para el día que vengan los hombres con sus armas, mi árbol este duro y preparado para lo peor, viste la caja que tanto observas, ahí tengo algo que nadie consiguió”. Lo mire atemorizado, porque el tono de su habla era fuerte y nervioso, y se le volvían a empañar sus ojos.
“Puedo mirar”, le pregunte, “si no es molestia, no?” afirme mi curiosidad. Y él sonrió diciéndome: “tenga cuidado, que lo que hay ahí, no se consigue más”. Levante con cuidado la caja, y el peso de la misma era súper liviana, como vacía. Abro apenas la caja - él me observa y tira su cigarro- continuo con el cuidado necesario y dentro del mismo contenía una foto y un papel usado; levanto mi mirada totalmente sorprendido, por qué lo que iba a enterrar no era más ni menos que una fotografía junto a un papel., - sinceramente pensaba encontrarme con otra cosa-… él se anticipa a mi pregunta y con firmeza me dijo: “si es de la tierra va a crecer fuerte junto al quebracho, se brindarán fuerzas entre sí, y no se van a separar aunque los hombres lo intenten”...
Me dijo eso y siguió paleando, yo vuelvo a mirar el interior de la caja... y la foto era de una joven niña, una niña rubia de cabello muy amarillo y cortito., tipo corte taza u hongo, y el papel tenía como una descripción, que finalizaba con un “NO TE SALVES” de Mario Benedetti.
Al bajar la caja sobre el pasto verdoso, note en su rostro algo fuerte, -como que iba a explotar de angustia, de dolor, de llantos-., entonces fue mejor retirarme sin decir ni acotar nada. A él se lo escuchaba quejoso, culpándose por todo. Lo observo de lejos, antes de colocar la caja en la tierra, levanta su mirada al cielo, buscó el horizonte le sonrió y guardo la caja en el pozo; se arrodillo en el pasto, y con sus manos iba colocando los bloquecitos de tierra.
Pasaron varias semanas que no lo volví a ver, le pregunte a los chicos si alguien sabia de él y uno de ellos, haciendo cómo que recordaba algún viejo chisme, menciono que escucho que se fue a Misiones, para arreglar algo de unos cuentos, con unas personas que ellos no conocían. Entonces, pensé en voz alta “por donde andara este”.
Días más adelante lo encontré sentado en el kiosco del barrio, -donde mueren todos los borrachos y a veces la policía te hace entrenar con alguna que otra corrida rápida-., él vestía de remera negra, jean roto y zapatillas sucias con un tono colorado, ahí recordé rápido lo que me dijeron de su viaje y le pregunte, -como uno que no se ve hace rato a otro- :”che vos desaparecido, anduviste de viaje, digo por tus zapas”. Y él me sonrió, -con esa sonrisa enorme que tiene- y me dijo, pasándome la birra, “si viaje a Misiones por unos asuntos, que ahora esos asuntos son obsoletos”.
Fiel a su costumbre de hablar y contar las cosas con las manos, me contaba con lujo y detalles su viaje a la tierra colorada. En pocas palabras, viajo a encontrarse con la dueña de una Editorial, que busca talento joven en poesías, que había y era una linda suma de dinero la que ofrecían por sus cuentos y algún que otro poema. Pero que él se negó por muchos motivos, uno de ellos era que no lo entendían y otra cosa que lo etiqueten como poeta, -tiene un carácter terco y fuerte, y cuando las cosas o personas no le asientan bien, no tiene problemas en mandar todo a la mierda-, pues el solo escribía para una flaca, del cual él se enamoró.
Tercamente me daba explicaciones que concluían en: “me cago en el dinero, a mí no me sirve ni publicar, ni sacar un libro de cuentos, si la chabona a la cual yo escribo no me lee. Ustedes pueden interpretar de una forma mis cuentos, pero solo ella sabe la verdad de mis palabras y solo su alma puede entender lo que yo escribo, además qué onda eso de decirme a mi poeta, yo escribo para darle fuerzas a una chabona, ya que no la puedo abrazar, mis palabras sean abrazos pa ella en la fría noche, y también un lugar cálido donde ella pueda sentir la paz y el amor. No escribo para levantar minitas ni hacerme el copado, solo escribo para una persona y voy a seguir haciéndolo hasta que yo sienta que le hago mal, cuando me dé cuenta que la lastimo, ahí me abro y me voy al pingo”.
Termino de decir lo que me dijo -como sabe cambiar bruscamente de tema-, miro la cerveza y dijo refiriéndose a la botella “al menos está ella que jamás abandona”, y tomo un trago insaciable,.. Recuerdo esa noche como si fuera ayer, fue larguísima, la seguimos con cigarrillos rubios, algún que otro cigarro de marihuana y la luna gigante, que alumbraba a todos los visitantes. En el regreso a casa me quede pensando en el chango, lo que es amar con locura sin recibir nada y lo que es peor, sin saber nada de la pretendiente.
Días transcurridos…...
Lo vi irse por la mañana, con su barba desprolija que combina con sus gafas rayadas y esos auriculares gigantes, -que cualquiera que esté a un metro de él, puede escuchar con claridad lo que está escuchando-.
Le digo: “donde vas” y él me responde con una voz tierna: “no sé dónde voy, solo voy” -y no lo dejo hablar- y le pregunto: “todo mal” y él me dice: “peor no puede estar”, -y como lo conozco y sé que habla rápido y con mucha espontaneidad- me adelanto y le digo: “tengo unas birras en casa, pégate una vuelta”… él me dice riéndose “vengo de noche”.
Y se fue como sabiendo que iba a ningún lugar, -en su mochila- llevaba algo grande, como para pasar el día o varios días. Pero yo lo conozco y sé que jamás negó una cervezeada con la muchachada.
Me fui a su casa a buscar el equipo de música. Golpeo su puerta, me atiende el descarrilado de su hermano, el popular “itor” o “borrachin”, como le decimos con mucho cariño, -antes de que lo salude- él me dice: “que vamos a chupetear hoy”.., sonriendo le cuento el plan de la noche: juntarnos en casa con los pibes a compartir buenos tiempos o -como se dice-, a invertir el tiempo en recuerdos.
Le pido permiso para buscar el equipo de música que tenía el hermano, y sabiendo que no estaba subo a su cuarto por esa escalera maldita que tiene, -que más de uno compramos la pared al bajar-.
Al entrar a la habitación -aparte de ver ropa sucia tirada por todos lados, la viola en la cama, su tv toda sucia-, me llamo la atención ver muchísimas hojas en el suelo, el conteiner de basura estaba que rebalsaba de tantos papeles.., sobre el piso, volví a ver esa caja que una vez él había enterrado, llena de barro -como que la noche anterior la desenterró-, me llamo muchísima la atención...
Cuando desarmaba el equipo musical, se podía leer velozmente “te amo” marcado con lápiz flúores, sobre su escritorio el cuento “Alma de Luna” de su autoría.
Visualizo el techo blanco que tiene su habitación y tenía una frase escrita, “CMR tu felicidad es mi sonrisa”.
También se podía leer en otras hojas sueltas, “Celina, recuerda aquél poema que me regalaste en mi cuarto, en esa noche de estrellas de plásticos, con tus uñas lo escribiste, pero vos tampoco NO TE SALVES”.
Voy a mencionar algunas de las frases que me quedaron guardadas mientras continuaba en el desarme del equipo:
“todas las estrellas son para vos”
“admite tus errores, crecerá la buena opinión que yo tengo de ti y me enseñaras a admitir los míos”
“recuerda que la buena relación es aquella donde el amor del uno por el otro, es mayor, que la necesidad del uno por el otro”
“solo por esta noche, trata de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de tu vida, todo de una vez”
“es realmente imposible, gustar a todas las personas que nos rodean, trata de gustarte a ti misma”.
........………. Pasaron millones de minutos., una sequía de horas., mares bañados en días y un volcán de noches; pero el amor jamás se apagó. Estuvo tan presente como el sol en las sierras.