Lunes, entre
copas y cigarretes, entre anhelos y fracasos, una luz visita la habitación, se
tiñen los arboles y el silencio toma color.
Ese farol sigue ahí, y a lo
cotidiano lo gira a un segundo plano.
Abre ese vino brinda conmigo que yo
también estoy herido, si te vieras en mis ojos como yo te observo a vos,
dejaras por un instante la marea y aceptarías más que un tinto.
Pero me tratas
así, de noche llena de luz llena de vida, sonriente como aquel niño inocente; y en las mañanas frías, helada como esa brisa que golpea en las madrugadas.
Si supieras
cuantas veces decidí alejarme y cuantas otras junte fuerzas para robarte una
sonrisa. Pero los viajeros no recorren un camino que no les pertenece, tampoco
se quedan dónde los lápices no puedan colorear.
Me gustaría verte y escribir tus
labios -dejar este partido de ajedrez-
pero vos sabes que no me invitas una
noche.-
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