
Estas en tu balcón preguntándote el porque de tu dolor, que tu cura no tiene cuna ni tendrá sueños en frasco que posan limpios en la góndolas de la esquina. Me dijiste con tus ojos brillosos de amor y la luz desolada que tus pestañas ya estaban dormidas; me confeso que sus lunares en la cara son los dolores vacíos que con su rebenque ella lo peleo, que ni el propio rocío pudo lavarle la cara y pintarle un cuadro nuevo. Ni los poetas entupidos tocan tus vestidos, y la clave de sol es tu piedra para no partirte, sin antes caer.
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